La ingesta de psicofármacos es un fenómeno generalizado y creciente, y el uso de los mismos por parte de las mujeres embarazadas no constituye una excepción: a la medicación indicada por profesionales hay que agregar una frecuente y peligrosa automedicación. Se ha especulado sobre si el embarazo podía empeorar o mejorar cuadros psiquiátricos previos, haciendo probablemente necesaria la indicación de psicofármacos, pero no hay datos concluyentes al respecto. En el período que sigue inmediatamente al parto, entre un 20% a 40% de las mujeres normales presentan algún tipo de trastorno emocional, pero sólo un 10% llegará a desarrollar una verdadera depresión neurótica postpartum; a una psicosis puerperal, finalmente, arribará sólo el 1 por 1.000 (54% dela primíparas y 46% de Ias multíparas). Las mujeres que han padecido previamente una enfermedad afectiva bipolar están dos a tres veces más expuestas a tener un episodio durante su embarazo que en otros períodos. Las que tienen antecedentes esquizofrénicos tienen entre un 15% y un 20% de posibilidades de repitición de Ia enfermedad. Como se puede observar, la información disponible no sugiere aconsejar a estas mujeres la evitación de su embarazo. Siguiendo a Robinson, Stewart y Flack, analizaremos lo que se sabe referente a cada droga o grupo de drogas en lo concerniente a: a) Posibilidades de malformación fetal (teratogenia). b) Posibilidad de complicaciones durante el trabajo de parto y durante el mismo parto. c) Efectos sobre el recién nacido. d) Efectos a largo plazo (secuelas) en la infancia; e) Efectos sobre el lactante.