Un distinguido médico que lleva en sus venas sangre del ilustre naturalista Francisco Antonio Zea, el compañero de Nariño en la conspiración de 1794; el que de prisionero en Espada paso · Director del Jardín Botánico; el Presidente del primer Congreso Republicano, después Vicepresidente de la Gran Colombia y su brillante Ministro en Europa; ese médico, cuya pluma se desliza como un pez vivo en manos de una virgen del Funza, describe así la psicología del estudiante de medicina colombiano: Curiosa, · la vez que irónica y amarga, es la psicología de los estudiantes de medicina. Vienen del claustro del Bachillerato rebosantes de dicha; repleto el cerebro de logomaquias y filosofías que nada valen en el curo de nuestra vida azarosa; con la cabeza poblada de ensueños de clientelas opulentas, descubrimientos inauditos, altos puestos sociales, y salen al cabo de los años con un aire de austeridad y de melancolía que los acompaña hasta la muerte. El con-tacto forzoso con el dolor proteiforme, la vida en las salas de anatomía y en el hospital; los ayes y lamentos, la permanencia entre atmosferas saturadas de olores medicamentosos, el ·ácido fénico, el yodoformo, los vendajes, las operaciones presenciadas en las mesas de cirugía cuando las cavidades esplgnicas ex-ponen al aire las vísceras palpitantes y sangrientas; todo eso va operando lenta pero definitivamente la total transformación de su naturaleza en otra desencanta-da y triste. Y salen después al pugilato del ejercicio profesional, en estos tiempos de plétora en que la asistencia se presta · cambio de honorarios irrisorios y en que la lucha por los enfermos elimina las almas delicadas y sensibles.