Los seres humanos tenemos características y rasgos físicos que hacen parte de nuestro cuerpo:

el aparato reproductor, los genitales, las hormonas; también desarrollamos emociones y sentimientos, propios a cada persona, los cuales se construyen a partir del proceso de interacción con la/el otro. Este aspecto psicológico y emocional nos identifica como seres humanos dentro del escenario social, pues a través de las emociones aprendemos a relacionarnos con el entorno, con las, los otros y otres, con nosotras, nosotres y nosotros mismos, adquiriendo un sin número de recursos que van construyendo identidad. En el proceso evolutivo e histórico de la humanidad, la violencia ha sido tan frecuente y constante en las familias, barrios, comunidades, en el trabajo, espacios públicos, campos y ciudades que ha sido aceptada como una forma de interacción. Por ejemplo, en el hogar llegamos a considerar que corregir significa golpear o gritar; entre amigos nos ponemos nombres o apodos ofensivos. Este tipo de interacciones han normalizado normas de conductas y acciones discriminatorias que naturalizan e impiden romper círculos de violencia.