La Pandemia
The Pandemic

Arch. med; 20 (2), 2020
Publication year: 2020

“… No había estado en los muros largos desde los primeros días de la epidemia. Entonces aquella llanura alargada era un mar de chabolas en el que flotaba un olor penetrante a orina y heces. No era un espacio pensado para ser habitado y no contaba con conductos de desagüe como Atenas. Ahora muchas chabolas se habían desmoronado sin que nadie se ocupara de ponerlas de nuevo en pie, y el olor predominante era el de la putrefacción de los cadáveres. Se alejó de la muralla y comenzó a recorrer el único sendero despejado que conducía al Pireo. En una chabola a la que le faltaba uno de los lados vio los cuerpos inertes de dos adultos y dos niños, unos encima de otros. Poco después reparó en un gran número de perros muertos entre los cadáveres humanos que salpicaban la llanura.Había oído que la enfermedad afectaba también a los animales que se alimentaban de los fallecidos. Muchas personas sanas estaban sentadas o tumbadas en el suelo, mirando al cielo. “La desesperación les ha arrebatado la voluntad”, -se dijo observando sus ojos inmóviles-. Otros lloriqueaban abrazados a sus rodillas y algunos vagaban sin rumbo entre las chabolas. Los soldados comentaban en las guardias que la mayor parte de los que estaban sanos permanecían encerrados en sus casas, racionando el poco alimento que les quedaba o muriéndose de hambre antes que salir y arriesgarse a contagiarse. "Nadie atiende a los enfermos –pensó al ver a un niño tosiendo violentamente junto al camino-. Era más pequeño que Perseo y se encontraba solo. Quizás ha muerto toda su familia.” Se apartó de él, mirándolo de reojo y sintiéndose miserable…” [1] ..Au

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