Coreografías, cartografías, trazos. El cuerpo en juego en la figuración

Aesthethika (Ciudad Autón. B. Aires); 16 (1), 2020
Publication year: 2020

La situación clínica de un taller de expresión para niños nos permite aquí problematizar el estatuto de lo informe en psicoanálisis. La clínica infantil, en su manera de confrontarnos a la violencia del caos pulsional y los procesos de búsqueda de organización de la pulsionalidad en torno a un objeto, establece la base para la comprensión del trabajo efectuado en torno a la vectorización de la pulsión en la relación al otro (materno, transferencial). El lugar del fantasma, en el niño como en el analista que se deja jugar y sorprender, abre nuevas vías, ficcionales y compartidas, de representación de sí, del otro, del mundo. La función de la sorpresa y de lo desconocido parece, así, fundamental en este trabajo en el que el fantasma se organiza en la discontinuidad que se establece habitualmente entre lo real y nuestra construcción de una continuidad imaginaria de nosotros mismos. Esta experiencia con niños nos permite finalmente establecer algunos elementos necesarios en la cura de adultos en los que lo informe aparece al centro de la relación transferencial. El trabajo de una coreógrafa y de un músico minimalistas nos permite avanzar sobre la pista del rol del fantasma en el analista en la aproximación de las manifestaciones arcaicas de lo no puede manifestarse, sino a través de lo actuado/informe
The clinical situation experienced during a therapeutic workshop for children allows us here to problematize the approach to the manifestation of unshaped affects in the psychoanalytical setting. The child psychoanalysis, which confronts us to the violence and the chaos of the drives and to the processes through which they organize around an object, helps us understand the vectorization of the drives in the relationship to the other (maternal, transferential). The role of the phantasm, in the child as in the analyst who lets himself play and be surprised, opens up new forms of representation of ourselves, of the other, of the world. The function of surprise and of the unknown seems, thus, fundamental in this work in which the phantasm is organized in the discontinuity that is usually established between the real and our construction of an imaginary continuity of ourselves. This clinical experience with children allows us to finally establish some necessary elements in the psychoanalysis of adults in which the problem of shapelessness seem to organize the transferential relationship. The work of a choreographer and a minimalist musician allows us to further understand the role of the phantasm in the analyst, in his/her approach to the archaic manifestations of affects that cannot be manifested, except through an act, shapelessly

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