La relación profesor-alumno
The teacher-student relationship
Rev. cienc. salud (Bogotá); 8 (2), 2010
Publication year: 2010
La relación profesor-alumno −parte primordial de la enseñanza de la Medicina como profesión y como arte− parece haberse difuminado en los últimos tiempos. A través de algunos ejemplos de ambientación, en este editorial se comentará cómo ha sido esta relación a través de la historia. Los especialistas en Historia de la Medicina sabrán perdonar los errores en que se pueda incurrir, puesto que no se trata de realizar un recuento preciso de la misma. En las primeras Escuelas de Medicina, situadas en el mundo griego clásico, se impartía la enseñanza a los alumnos centrados alrededor de un maestro de reconocido prestigio. Las bases de esta enseñanza inicial de la Medicina se fundaban tanto en el conocimiento teórico-filosófico (que marcaba la diferencia entre estos médicos-filósofos y los empíricos sin instrucción específica) como en el aprendizaje práctico a través de la observación del trabajo del maestro con los pacientes. Este tipo de enseñanza hacía que se establecieran lazos especiales entre maestros y discípulos, como se expresa en los escritos del Juramento Hipocrático: “Juro por Apolo médico... tener al que me enseñó este arte en igual estima que a mis progenitores, compartir con él mi hacienda y tomar a mi cargo sus necesidades si le hiciese falta; considerar a sus hijos como hermanos míos y enseñarles este arte, si quieren aprenderlo, de forma gratuita y sin contrato o compromiso”. Más adelante, en la época medieval, empiezan a aparecer algunas universidades con un plan de estudios que es antecedente de la manera como se enseña hoy en día.
La universidad medieval solía estar compuesta por cuatro facultades:
la Facultad menor de Artes y otras tres facultades mayores de Teología, Derecho y Medicina. A través de estudios meramente teóricos, el estudiante obtenía el grado de bachiller. Sin embargo, el título de Bachiller en Medicina otorgaba el grado de licenciado, lo cual permitía el acceso a la práctica médica pero obligaba al estudiante a estar bajo la tutela de un médico experimentado, al menos durante dos años más. Al finalizar este periodo quedaba autorizado para ejercer plenamente la Medicina. Ahora bien, si pretendía a su vez convertirse en profesor, podía optar al título de doctor luego de siete u ocho años más de experiencia y de estudios.
The teacher-student relationship -a fundamental part of the teaching of medicine as a profession and as an art- seems to have become blurred in recent times. Through some setting examples, this editorial will comment on how this relationship has been throughout history. Specialists in the history of medicine will forgive any errors that may be made, since this is not an attempt to give an accurate account of the history of medicine. In the first schools of medicine, located in the classical Greek world, students were taught by a teacher of recognized prestige. The bases of this initial teaching of medicine were based both on theoretical-philosophical knowledge (which marked the difference between these philosopher-physicians and the empiricists without specific instruction) and on practical learning through observation of the teacher's work with patients. This type of teaching led to the establishment of special bonds between teachers and disciples, as expressed in the writings of the Hippocratic Oath: "I swear by Apollo the physician... to hold him who taught me this art in the same esteem as my parents, to share my estate with him and to take charge of his needs if he should need them; to consider his children as my brothers and to teach them this art, if they want to learn it, free of charge and without contract or commitment". Later, in medieval times, some universities began to appear with a curriculum that is an antecedent of the way it is taught today.