El autor trata de rescatar la importancia de la conciencia y del yo frente al reducido papel que le han hecho jugar Freud y las teorias posteriores que parten del psicoanálisis. En acuerdo al punto de vista del autor el yo conciente, a diferencia de lo creído por Freud, no es mero vigilante de la realidad para que no se vuelva contra sí, sino un admirador y transformador de dicha realidad. En su opinión la conciencia reflexiva es un grado superior de la evolución animal, orientada a través del amor a la realidad a descubrir en forma creciente, caminos que la incrementen. Ubica en la raíz misma de la conciencia un ansia por acrecentar dicha realidad y atribuye a su fracaso el origen del sentimiento de culpa y su trascendencia en la dinámica de la conciencia. Visualiza la conciencia como una y trifronte, con tres caras que brotan del yo, su configurador céntrico. Señala la forma cómo las alteraciones del funcionamiento de las tres caras se manifiestan en las enfermedades mentales