Como nos movemos en unos tiempos en los que resulta difícil emplear sin equívocos el término ciencia, quizá esta reflexión sólo sea, en el fondo, no más que una apuesta literaria, suele ser en el tiempo en el que desaparecen las realidades cuando los talentos del hombre se emplean a fondo con hermosas palabras (Yourcenar, 1988). La terapeutización de la sociedad denominada Moderna quizá sólo pueda ser tratada como un hecho, pero después de una larga tesis argumentativa, analítica y explicativa, con la que se consigue determinar que es una realidad vigente. Me ahorro, no obstante, esa supuesta larga argumentación y, siguiendo la frase anteriormente expuesta, me quedo con las hermosas palabras que son, una vez desaparecidas las cosas, como espectros que proyectan su larga vida en nuestras culturas, es decir, en las interpretaciones que hacemos del mundo; lo que influye de manera casi decisiva en cómo lo vemos y lo percibimos, lo construimos, lo imaginamos, y hasta lo soñamos en ese intento interior por tocar las desconocidas estratosferas de nuestro yo más íntimo y onírico