En caso de neoplasias con un alto porcentaje de curabilidad o control, en etapas tempranas, especialmente en niños y jóvenes o en adultos con buen estado general, la aplicación de métodos puramente médicos, diagnósticos y terapéuticos adecuados, debe predominar sobre las apreciaciones subjetivas del paciente, por más que éstas deben conocerse y evaluarse. El objetivo aquí es el más alto control tumoral posible. En estos casos un equipo multidisciplinario médico debe utilizar la terapéutica o las terapéuticas más eficaces y con menos morbilidad en cada caso individual. La inclusión en el equipo, de rehabilitación temprana y de apoyo psíquico para la readaptación a la vida cotidiana, contribuyen aún más a proporcionar un alto control tumoral con una buena calidad de vida. En estadios avanzados o en etapas terminales y en pacientes ancianos, la decisión entre una terapéutica radical o una paliativa puede ser en ocasiones muy difícil. En la mayoría de las veces, sin embargo, un enfoque terapéutico prudente, tomando muy en cuenta la relación costo-beneficio, en términos físicos, emocionales, intelectuales y socio-económicos del paciente y sus familiares, pueden dar una mejor calidad de sobrevida y una digna calidad de muerte. No pueden desligarse los actos médicos, diagnósticos, terapéuricos, de rehabilitación y de control periódico, del impacto que producen sobre el paciente. Este debe ser conocido y valorado ya que tiene influencia sobre la calidad de vida del individuo. Esta valorización debe ser tomada muy en cuenta por el médico, ya que las medidas de morbi-mortalidad, control local, tasas de sobrevida, etc., no son las únicas para evaluar el resultado integral del quehacer médico, en cada paciente. El interés actual por el concepto de calidad de vida, de sobrevida y calidad de muerte; su conocimiento y tentativas de evaluación implican reflexiones filosóficas de tipo humanístico, que toman en cuenta al individuo, a sus percepciones subjetivas, sus valores culturales y su particular circunstancia.