El primer semestre de 1998 fue un período intenso a propósito de eventos políticos y violencia. En relación con lo primero, la escena estuvo dominada por la campaña electoral a la Presidencia de la República y los contactos de paz entre gobierno, sociedad civil e insurgencia, y en relación con lo segundo, sobresalen los homicidios colectivos, como el cometido en Barrancabermeja, en mayo por paramilitares, el asesinato de destacados defensores de derechos humanos y el aumento del desplazamiento forzado interno en Chocó y sur de Bolívar, sin restarle importancia, a la continuación de las hostilidades militares ejército-guerrilla, que siguieron siendo frecuentes y graves. Las campañas presidenciales, por su parte, no estuvieron lejos de la violencia verbal entre los principales candidatos Horacio Serpa y Andrés Pastrana. Las agresiones de palabra pulularon entre ellos en medio de una retórica que, al parecer se orienta más a lograr golpes de opinión, que a desentrañar posiciones ideopolíticas de fondo. De hecho, el debate electoral fue muy pobre en ideas, y se circunscribió al simple discurso anticontinuista encarnado por Pastrana, y al manido de la búsqueda de la paz, abanderado por Serpa. Paradójicamente, el primero pertenece a una de las masas más tradicionales de la política colombiana, como quiera que es hijo del expresidente Misael Pastrana Borrero, de quien se dice fue el beneficiario directo del presunto robo de las elecciones de 1970. (TRUNCADO A 1500 K)